Hace apenas tres años, en el 2013, fui invitado a presentar uno de mis libros en la Feria Internacional de Buenos Aires. Asistí, junto a otros escritores cubanos, a la sesión inaugural del Festival de Poesía que transcurre en sus predios. Las palabras de apertura estaban a cargo de un representante del Gobierno de la capital argentina, que entonces presidía Mauricio Macri. Apenas hubo iniciado su autoelogio, unos jóvenes actores que llevaban batas blancas “ensangrentadas”, lo interrumpieron y lo insultaron: hacía unas semanas la policía del gobierno de la ciudad había disparado contra los médicos y enfermeros que protestaban en el hospital Borda, con un saldo de 32 heridos. ¿Eso es poesía?, preguntaban. El ministro no pudo continuar su discurso.
Esa fue la primera imagen que tuve del actual mandatario argentino. Aunque su victoria electoral fue muy reñida, inició su mandato con 29 decretos presidenciales que revertían las políticas sociales, democratizadoras o de soberanía nacional de su antecesora, sin esperar a que el Parlamento, mayoritariamente opositor, se reuniera. Sus nuevas políticas han tenido un efecto inmediato: el despido de 100 000 trabajadores del Estado y un alza de la inflación del 13,1 %.