La Habana.- ¡Cuán lejos hemos llegado! Con cuanto orgullo podemos afirmar esta verdad todos los cubanos y cubanas que apoyamos este glorioso proceso revolucionario a días de conmemorarse sus sesenta años de arduo, incansable, afanoso y victorioso batallar.
Afincado en las realidades de la Patria, consciente sufro los desgarradores e inimaginables sacrificios de nuestro pueblo que por más de 150 años se ha mantenido firme, teniendo que haber vivido, con grave penar, desde cuando las guerras en la manigua, sin armas con que pelear, muriéndose de hambre, a pie y descalzos, víctima de los vendavales de los poderosos y sus intereses de clase, el odioso racismo, las desmedidas ambiciones, la estupidez y la vanagloria, y tantas, tantas monstruosidades propias de los más viles de los seres humanos – como también de aquellos no tanto- que llenan bibliotecas inmensas de vejámenes e inenarrables crueldades; viendo morir a sus seres queridos: sus hijos, sus nietos, sus esposos y esposas, sus padres y hermanos, sus compañeros y compañeras de lucha, víctimas de tantas incurables enfermedades, de la ferocidad de los opresores y sus secuaces, por mantenerse intransigentes, fieles a los ideales de una nación libre, justa, independiente, soberana y solidaria.